“Deja ir con gracia, gratitud y amor. Deja ir, por que en el fondo, es lo que tu corazón lleva pidiéndote a gritos.”
A veces me gusta imaginarte, en un futuro no tan lejano, leyendo las cartas que hoy te escribo. Te imagino eligiendo una al azar, digiriendo lenta y atentamente las palabras, como si yo, hace mucho tiempo cuando las escribí, hubiese sabido que eso era exactamente lo que necesitabas escuchar en ese preciso momento. Ojalá esta carta sea una de ellas. Ojalá me sientas cerca en cada una de sus palabras y encuentres en ella, exactamente lo que estabas buscando.
Te escribo habiendo recibido hace unos pocos días un nuevo año. Para mi, este siempre es un buen momento para reflexionar sobre lo que nos dejó el anterior y establecer las metas y sueños que este año queremos ver cumplidos. Cada nuevo año me gusta denominarlo de alguna forma, y que sea ese el sentimiento que prevalezca durante doce meses, que sea ese el propósito último detrás de todo lo que hagamos durante esos 365 días. En años anteriores he vivido el año del amor propio, el año del perdón, el año de crecer, en fin, creo que comprendes la idea; este, he decidido será el año para dejar ir.
Según algunas religiones y disciplinas, el apego es la raíz del sufrimiento, y cuánta razón encuentro en esta premisa. En mi experiencia, el apego solo me ha traído infelicidad, estancamiento, miedo, frustración y limitaciones. Me ha privado de experimentar nuevas emociones, situaciones, de cumplir mis sueños, y desarrollar mi potencial al máximo. Pero esta carta no trata sobre mí, es para ti, es para que la hagas tuya, y si en este momento hay algo que sospechas que debes dejar ir para poder avanzar, para poder sanar, espero que esta carta se la señal que estabas esperando, es momento de hacerlo; debes dejar ir.
Deja ir las oportunidades que no fueron, porque entonces no eran oportunidades, no eran lo que te convenía o simplemente no era el momento para que se concretaran. Agradece y confía en el plan y en los tiempos perfectos del universo.
Deja ir a las personas que ya no pertenecen en tu vida, aquellas que te hacen más daño que bien y que al aferrarte a ellas te estás negando la posibilidad de abrir tu corazón a nuevas y mejores experiencias. Deja ir a los amigos y parejas que hace tiempo dejaron de serlo. Deja ir a quien una vez ocupó tu corazón y ahora ocupa otro. Deja ir a quien no te eligió.
Dejar ir es darle a cada persona y a cada cosa el lugar que debe ocupar en tu vida, el lugar que merece y el que le corresponde. Es honrar el tiempo que pasaron juntos en el que fueron útiles uno para el otro, es darles la libertad a la que tienen derecho y reclamar la tuya. Dale el lugar que merecen en tu historia a todo aquello y a quienes estás soltando, y comprende que como historia que son; deben quedar en el pasado.
Hablando del pasado; déjalo ir. Deja ir el rencor, todo resentimiento, todo el daño que te hicieron, los momentos que te marcaron, las palabras que te hirieron, las decisiones erradas que tomaste, los errores que cometiste, las palabras que no dijiste, el amor que no recibiste, los tropezones que diste, las metas que no cumpliste, el tiempo que perdiste, los sueños que no se dieron, los planes que cambiaron, todo lo que fue o no logró llegar a ser, suéltalo; ya pasó. En el orden perfecto del universo, todo está dónde y cómo tiene que estar.
Deja ir la culpa, el arrepentimiento, la mentira de que si pudieras retroceder el tiempo harías las cosas distintas. Deja de creer que una decisión distinta hubiera podido cambiar todo. Deja de vivir en el hubiera. El hubiera no es más que una fantasía; es la palabra más triste que existe en cualquier idioma. De igual manera deja ir la idea de que una vez consigas algo que aún no tienes, serás feliz. El apego es un desperdicio de energía a lo igual que lo es obsesionarte con algo que aún no llega. El pasado y el futuro no nos pertenecen, lo único sobre lo que tienes verdadera influencia es el presente. Vive al máximo el aquí y ahora y estarás tan ocupada viviendo, que no tendrás ni tiempo ni ganas de volver a ver atrás a intentar cambiar algo.
Deja ir las excusas, los patrones y hábitos que ya no te sirven, aquellos que en vez de acercarte a tu propósito sólo te han dificultado el camino a conseguirlo.
Deja ir tu idea de cómo tienen que ser las cosas, tus falsas expectativas, de ti misma y de los demás. Deja ir tu idea de la perfección, la idea de perfección de otros que has hecho tuya, las falsas expectativas que otros tienen de ti y todo aquello que ha mantenido tu mente y tu corazón cerrados a nuevas posibilidades y aspirando a imposibles.
Deja ir las creencias limitantes sobre ti misma y sobre otros, aquellas mentiras que te han contado, que te has contado, que te has creído y que han reducido tu mundo a uno muy pequeño. Deja ir la idea de que no puedes, de que no debes, de que no lo mereces o no eres suficiente.
Deja ir la idea de que tú debes arreglar todo por los demás, de que tú puedes cambiar y sanar las heridas de otras personas. Deja ir la idea de que los problemas y heridas de otros son tu responsabilidad.
Deja ir el miedo a fracasar, a lo desconocido, a lo incierto, a lo nuevo, a lo incómodo, a lo que no te es familiar, a lo diferente. Deja ir todo lo que te detiene y te contiene, lo que te mantiene pequeña, infeliz y frustrada.
Dejar ir es una de las cosas mas difíciles que harás en tu vida, y tendrás que hacerlo una y otra vez. Más vale que te vayas familiarizando con su proceso, sus etapas y sobre todo con la importancia de hacerlo.
Dejar ir es aterrador, por que significa abrazar lo desconocido. Es soltar lo que por tanto tiempo nos ha resultado familiar y cómodo y lanzarnos al vacío, pero ¿no fue eso también que hoy te resulta tan cómodo y familiar en un principio algo desconocido? El daño que te haces aferrándote a algo que ya no te sirve, que ya no necesitas, que te hace daño, será siempre significativamente superior al daño que te harías saltando hacia el vacío de algo nuevo y desconocido pero esperanzador y emocionante.
Dejar ir requiere ser valiente, y a ti hija, si algo te sobra desde el día en que llegaste a esta tierra antes de tiempo, y luchaste como una verdadera campeona para quedarte con nosotros; es valentía.
Hazte las preguntas incómodas, ¿Qué te impide realmente dejar ir? ¿A qué le temes? ¿No estás cansada de la carga que has estado llevado a tus espaldas? ¿Acaso no quisieras ir por la vida ligera, sin preocupaciones ni ataduras, sin viejos hábitos ni rencores, sin relaciones tóxicas que consumen tu tiempo, tu vida y tu energía?
Acepta que todo en esta vida funciona por ciclos, de que nada permanece y que por lo tanto todo tiene su inicio y su fin. No intentes prolongar lo inevitable. No le des mas largas al asunto. En el fondo tu sabes perfectamente lo que debes soltar. Hazlo de una vez. Aunque te cueste, aunque te duela, aunque tarde semanas, meses, años; elige liberarte hoy.
Para dejar ir como se debe, debes cerrar cada capitulo como se lo merece, no dejes nada por hacer, nada por decir. Di adiós, di gracias. Llora a esa persona, llora esa cosa, llora esa situación, permítete sentir todas las emociones. Permite que duela por que te aseguro que no dolerá para siempre; te prometo que un día más cercano de lo que te imaginas dejará de hacerlo.
Cuando dejas ir, al igual que cuando perdonas, liberas de tu alma de un peso innecesario, haces espacio en tu vida para nuevas aventuras y diriges todas tus energías a lo que verdaderamente las merece. Escribes nuevas y mejores historias. Dejar ir es dejar llegar. Dejar ir es crecer. Es justo y necesario, para ti y para los demás. Es aprender a fluir, es perder el miedo, es abrir tu vida, tu mente, tu alma y tu corazón a las infinitas posibilidades del universo.
Dejar ir es confiar, es creer a ojos cerrados que merecemos algo mejor, y tú hija, te mereces lo mejor de este universo; jamás lo dudes.
Deja ir con gracia, gratitud y amor. Deja ir, por que en el fondo, es lo que tu corazón lleva pidiéndote a gritos.
Te quiere,
Mamá.