“La única manera de sanar un corazón roto, es confiando en que aquello que lo rompió es precisamente lo que puede volver a sanarlo: el amor.”
Querida Elena,
Hace poco hablaba con una amiga sobre una difícil decisión que ella debía tomar. Yo no estaba ahí para convencerla sobre si debía hacerlo o no, pues en el fondo ella sabía desde hace tiempo lo que debía hacer (siempre lo sabemos); estaba ahí para escucharla sin juicios que es al final lo que todos buscamos. Hacia el final de la conversación preparó su mejor argumento: “Si lo hago, se me va a romper el corazón en mil pedazos”. ¿Cómo responde uno a este argumento? ¿No es acaso el dolor, especialmente aquel relacionado a asuntos del corazón, lo que el ser humano se pasa la vida entera intentado evitar?. Quizás mi respuesta no fue la que esperaba, quizás no era la que deseaba escuchar, pero esta, hija, es la única verdad irrefutable que pude responderle: “Pues que se rompa. Que se rompa en mil pedazos una y mil veces más, que para eso está hecho”.
Has venido a esta tierra a vivir la experiencia humana en su totalidad, y esto incluye tanto el amor como el dolor. Quizás a tu corta edad ya hayas experimentado tu primer corazón roto, quizás no una si no varias veces. Quizás sientas que has sufrido más de lo que has amado o has sido amada. Quisiera que supieras que diera mi vida entera para protegerte y evitarte cualquier sufrimiento, pero sé que esto también es parte de tu aprendizaje, hoy me conformo con que comprendas lo siguiente: Puede que ahora no lo veas ni sientas así, pero el dolor que hoy sientes en lo más profundo de tu corazón, ese que parece con el que no puedes vivir, que es demasiado para ti y parece nunca acabar, pasará.
Quisiera escribirte un manual con instrucciones precisas e infalibles sobre cómo sanar un corazón roto. No sabes cuanto las necesité yo misma las incontables veces que este corazoncito se me hizo pedazos. Lo cierto es que no las tengo, nadie las tiene. Haré mi mejor intento por contarte lo que a mi me ayudó en su momento en las siguientes líneas, pero si tienes que quedarte con una sola cosa quédate con lo siguiente: lo único que puede sanar un corazón roto es aquello mismo que lo hizo pedazos: el amor.
Empieza por permitirte sentir todos los sentimientos, todas las emociones. Date permiso de sentirlo todo. Lo bueno y lo malo. La tristeza, la rabia, las dudas, el dolor, la incertidumbre, la decepción. No intentes disfrazar o esconder tu dolor, ni a ti misma ni a los demás. No huyas de él. Enfréntalo. Ponle nombre. Reconócelo. Entrégate a él y deja que duela. No lo analices, no lo niegues, no lo discimules, no intentes medirlo ni contenerlo. Acéptalo, agradécelo, deja que pase. Llora, grita, deja que salga en las maneras que necesite hacerlo en ese momento. Sentirlo todo tan profundamente es parte del proceso de sanación. No hay atajos, ni trucos mágicos, debes permitirle sanar a su manera, en su tiempo y a su ritmo. Concentra todas tus energías en esta parte del proceso, en permitir que salga de tu cuerpo y de tu alma.
No le tengas miedo a sufrir. El sufrimiento es temporal y puede ser uno de los más sabios maestros que la vida envíe a tocar a tu puerta. Míralo como una oportunidad para indagar muy dentro de ti, para conocer un lado de ti que no sabías que tenías, y sobre todo para crecer. Detrás del dolor, siempre esta el amor.
Dáte tú misma el amor que tanto necesitas. Enfócate en ti. Vuelve a descubirte. Enamórate de esta nueva versión de ti que está resurgiendo de las cenizas. Ve y descifra quién eres y qué quieres. Aprende las lecciones. Nadie puede hacer el trabajo por ti. Nadie puede devolverte la esperanza. Nadie puede pegar los pedazos. Todo el trabajo debes hacerlo tú. Como? Con Amor. Dándote todo aquello que te faltó. Invirtiendo tiempo y cuidados en ti misma. Haciendo más de lo que te hace feliz. Dándote todo el amor que te hizo falta.
Encuentra una manera de desahogarte y comparte tus sentimientos. Escribe tus pensamientos, tus miedos, tus tristezas. Cuando estés lista, habla con alguien. Invierte en una terapia. Refúgiate en tu tribú, busca a tus incondicionales y abre tu corazón a ellos. No tienes por qué hacer esto sola.
Encuentra algo que llene el vacío que ha quedado. Haz lo que en ese momento resuene contigo. Sal con tus amigos. Aprende un nuevo idioma. Haz ese viaje que siempre has querido. Retoma ese deporte o ese pasatiempo del que tando disfrutabas antes. Recuerda como era cuando reías a carcajadas y vuelve q sonreír.
Vive en el presente. Deja de vivir y recrear el pasado como tú crees o hubieras querido que fuera. Deja de preocuparte por un futuro incierto que aun no llega. Ambos son una pérdida de tiempo. Concéntrate en ti ahora, en este momento. En lo que estás sintiendo hoy, en lo que hoy te pide tu cuerpo y tu alma, en la persona que eres hoy pues nunca volverás a ser la misma.
Dale tiempo. Date tiempo. Sé paciente contigo y con el proceso. No seas tan dura contigo misma. A veces sentirás que retrocedes, quizás un encuentro, una llamada o un mensaje que recibas te haga revivirlo todo. La sanación no es un proceso lineal, aprende a fluir con las curvas que la vida te tire. Lo que a veces pudiera parecer retroceso también es progreso.
Cuando finalmente estés lista, y las heridas hayan sanado casi por completo, sabrás que es momento de olvidar y perdonar. Agradece todo lo vivido y reconoce tu camino y esfuerzo. ¡Lo has logrado! Emociónate por el momento en que estás ahora que te has permitido sanar. Comienza a hacer realidad lo que antes sólo veías como una remota posibilidad. Retoma el control de tu vida y vete a ser feliz que a eso has venido.
Lo más importante: Vuelve a abrir tu corazón. No temas volver a amar. No creas que te rompieron el corazón por haber amado demasiado, en todo caso, la otra parte no sabía amar o amó muy poco.
Cuando el corazón se rompe, y lo reconstruyes pedazo a pedazo, jamá vuelves a ser la misma y el corazón tampoco. Esto es bueno, créemelo. Significa que has cambiado que has crecido. Ambos ahora son más fuertes. Es su naturaleza, regenerarse, reinventarse, cambiar, crecer. Es para lo que fuimos creados. El corazón no es un adorno, no es de mera decoración ni un accesorio que te puedes poner, quitar o guardar a conveniencia. Úsalo, llévalo con orgullo sin miedo a compartirlo, que sólo se fortalece, se multiplica y se engrandece con el tiempo y con el uso.
¿Y si se rompe de nuevo? ¿Y si te hacen daño otra vez? ¿Y si vuelve a doler? Pues que se rompa. Que duela. Que para eso fue hecho, y tú mi niña querida, sacarás fuerzas de donde parece ya no haberlas una vez más, volverás a amar y un día serás tan amada como mereces serlo, tanto que creerás que estás soñando, y al final quizás lo estés, quizás eso es precisamente el amor; quizás eso es la vida.
Te quiere,
Mamá.