“Perdonar es el acto de amor propio más grande que existe”.
Querida Elena,
Si hoy tuviera que darte un sólo consejo para ser libre y feliz sería: Perdona. Perdona. Perdona.
Comienza por perdonarte a ti misma, por los errores que has cometido. No has venido a esta vida a ser perfecta, sino feliz, y aunque no lo creas, a veces los errores son peldaños necesarios para convertirte en quien estás destinada a ser. En los errores hay invaluables lecciones que de no haberlos cometido jamás hubieras aprendido. No seas tan dura contigo misma, y comprende que cada elección que has hecho en tu vida ha traído con ella una lección. Todo forma parte de un aprendizaje.
Perdona a quienes te han hecho daño, lo más probable es que ni siquiera sabían que lo hacían, y aunque no deberías de permitir cualquier atropello o maltrato, no te tomes toda ofensa de manera personal. Piensa que la mala actitud de una persona y sus acciones dicen mucho más de sus conflictos, traumas, frustraciones y miedos; que de ti como persona. Aunque en ocasiones no lo parezca, la gran mayoría de las personas estamos haciendo lo mejor que podemos con lo poco que se nos ha enseñado. Sé paciente y compasiva contigo y con los demás. Recuerda que todos somos parte del mismo aprendizaje colectivo y que perdonar es solo para las almas más sabias y evolucionadas.
Si el daño que te han hecho ha sido recurrente y más profundo, perdona de igual manera, pero traza tus límites con firmeza. Perdonar no significa tener que seguir permitiendo que te hagan daño. Nadie a quien hayas tenido que perdonar una y otra vez merece estar en tu vida. Perdónate a ti misma también por haberlo permitido durante tanto tiempo.
Perdonar tampoco significa tener que olvidar, es poder recordar ya sin odio ni rencor el daño que otros te hicieron. Es comprender que no puedes cambiar el pasado ni eres responsable de las acciones de otros, pero si puedes darte el regalo de disfrutar tu presente e iniciar tu propia sanación; esta es tu única responsabilidad.
Perdonar es un ejercicio continuo, un proceso que puedo durar una vida entera, pero elegir hacerlo es el primer paso para liberarte y retomar el control de tu vida, de tus emociones; y reclamar de nuevo un poder que habías cedido a quien probablemente no lo merecía.
Cuando perdonas, no necesariamente liberas a la otra persona de sus culpas, sino te liberas a ti misma de la condena de vivir anclada al insoportable peso del rencor. Cuando no perdonas, te niegas la posibilidad de vivir una vida libre, plena y feliz; continúas aferrada al pasado y no hay lugar para disfrutar del regalo del presente. Si no perdonas, vas por la vida acumulando y cargando odio, tristeza, amargura y resentimiento, hasta que un día esta carga se vuelve tan pesada que tienes que vivir de rodillas, esclavizada a ella, y esta, hija; no es manera de vivir.
Si no perdonas no puedes crecer. No hay espacio para nuevas emociones y milagros. No puedes sanar ni evolucionar. No puedes amar, ni a ti misma ni a los demás; y una vida sin amor es la peor muerte que existe. Perdona no por que otros lo merecen, sino por que tú mereces experimentar la paz que viene con perdonar. Perdona por compasión pero sobre todo, perdona por amor; por amor propio. Perdonar es el acto más grande de amor que existe y el regalo más valioso que te puedes hacer a ti misma.
Perdóname también a mi, hija, por los errores que he cometido. Yo también soy parte de un continuo aprendizaje.
Suelta. Deja ir. Si perdonas eres libre, y si eres libre estás un paso más cerca de ser feliz.
Te quiere,
Mamá.