“Si procuras ser la mejor versión de ti misma, serás siempre la mejor persona; incluso con quien no pareciera merecerlo.”
Querida Elena,
A veces pareciera que el mundo entero se ha propuesto sacar lo peor de ti, pero son estos momentos en los que la vida te pone a prueba cuando debes recordar tu verdadera esencia, aquello que te hace tan tú, y tú deberías ser siempre la mejor persona.
Lo cierto es que la vida no siempre será fácil y placentera. Te encontrarás en más de una situación incómoda y conocerás gente desagradable, sin maneras y de malas intenciones. Pero verás hija, cada situación, cada persona que atraviese tu camino, para bien o para mal, es una lección necesaria para que puedas crecer y aprender de ellas, y suelen llegar justo en el momento y en la forma que más las necesitamos para asimilar estas lecciones; aunque en ese preciso instante no seamos capaces de verlo. En ti y sólo en ti, recae la inmensa responsabilidad de ver el lado bueno de cada persona y cada situación y quedarte sólo con lo mejor que cada una te ofrece.
Podría sonar contradictorio pero créeme hija, no lo es, ser la mejor persona no significa tener que agachar la cabeza siempre y tener que permitir que el mundo te pisotee a su antojo. Al contrario, defiende tu posición y tus principios con firmeza, educación y gracia y deja muy claro que no permitirás ninguna ofensa innecesaria, pero encuentra las maneras más adecuadas para expresar tu inconformidad y sobre todo que siempre haya coherencia entre lo que profesas y lo que haces. Procura ser siempre la mejor versión de ti misma, incluso con quien no pareciera merecerlo. Sé respetuosa incluso con quien no lo ha sido contigo para no convertirte en aquello que tanto repudias y evitar convertirte en todo lo que estas personas representan.
No seas veloz e irresponsable al juzgar, y recuerda que todos estamos luchando nuestras propias batallas; algunos mejor o peor que otros. Aunque esto no justifica las acciones de nadie, tú tampoco estás por encima de nadie, en lugar de precipitarte a juzgar, actúa siempre desde un lugar de empatía y compasión. No actúes con soberbia y orgullo. Aprende de los errores de otros y aprende a aceptar también cuando tú hayas te hayas equivocado. Aprender a pedir disculpas, incluso a quien no lo merece es un verdadero y necesario arte.
Perdona las faltas de los demás, no por que tengan razón ni sentido, sino por que eliges no cargar con ningún rencor ni el peso de los errores de los demás. Intenta comprender de donde vienen las conductas de los demás aunque no por esto has de permitírselas, ni mucho menos debes aprender a hablar su mismo lenguaje.
Cuida tus palabras incluso en una acalorada discusión. Recuerda que una vez pronuncies insultos y palabras cargadas de odio y resentimiento, habrás marcado a esa persona, a ti, y a esa relación por siempre. Haz este fácil ejercicio: lanza al piso un plato con toda tu furia y tus ganas y observa como se destruye en pedacitos. Ahora intenta reconstruirlo de nuevo, pedazo a pedazo. Después de un laborioso esfuerzo, el plato vuelve a recobrar su forma, pero jamás será el mismo plato. Ahora está marcado y agrietado. Lo mismo sucede con las personas y nuestras relaciones. Cuando lanzas insultos y palabras hirientes, una vez descargas tu furia en alguien más jamás podrás retractarte. Aunque luego pidas perdón, ni la persona, tú o su relación volverán a ser las mismas.
Cuando te puedan tus impulsos y pierdas los estribos y pareciera que el mundo entero te está atacando, haz una breve pausa y respira profundo. Pídele luz y sabiduría al universo para que te ilumine en este momento y puedas elegir la manera más adecuada de responder y actuar. Comprende que cada quien actúa y habla desde distintos niveles de conciencia, unos menos avanzados que otros.
Si no tienes nada bueno que decir sobre otros, no digas nada. Si no has visto algo con tus propios ojos ni lo has escuchado con tus propios oídos, no lo repitas. Recuerda aquella regla de oro que te enseñaron desde muy temprano tanto en la escuela como en casa: ”Trata a los demás como a ti te gustaría que te trataran”, y por lo que más quieras, ¡cree en el karma! El karma es real, y no es ni ciego, ni tonto, ni sordo. Su tiempo es perfecto. Confía en que el Karma siempre hace muy bien su trabajo.
Aspira siempre a ser una persona buena, compasiva, justa, paciente y comprensiva, sin importar cuantas trampas te tienda el mundo en su intento por hacerte olvidarlo. Alégrate por el bien y los éxitos ajenos incluso cuando pareciera que ellos sólo quieren verte tropezar. Se tú, y al elegir serlo, serás distinta a ellos.
Si procuras ser siempre la mejor versión de ti misma, serás siempre la mejor persona. Una conciencia tranquila es uno de los mejores regalos que puedes obsequiarte a ti misma.
Tú ve a lo tuyo hija, que si lo estás haciendo bien, el resto del mundo te seguirá.
Te quiere,
Mamá.